Vuelvo a tener muchas ganas de pintar con acuarela, pero me gustaría hacerlo como cuando era pequeña, que creía que lo hacía bien. Es un gran handicap ser consciente de mis limitaciones reales, que son las mismas que las de casi todos los pintorzuelos de tres al cuarto como yo: cuando no copio, soy un desastre. Así que por ahora me conformo con superar cosas como ésta de mi etapa adolescente surrealista caótica: La venganza.

Nótese el descarado homenaje a El grito de Munch...