viernes, 6 de abril de 2012

Desde la ventana

Él le había traído un rato de intimidad a su propia habitación. Y había que tener en cuenta que eso no solía darse mucho en su entorno. Fue delicioso: la oscuridad, la puerta cerrada, la sensación de saltarse sus propias normas, el humo del tabaco, el sonido de la lluvia, la sincronicidad de la acción en ambos puntos, las risas de él ante el momento excéntrico con el que le estaba sorprendiendo...
Él hablaba a menudo del encanto de la primera vez. Y ésta era la primera vez que arrojaba el resto de una colilla a la carretera de su calle. Y de cualquier otra calle. Incluso que arrojaba algo al suelo y lo dejaba ahí. Quería darle las gracias, por ser la inspiración del instante, tan diferente, tan lejano a lo esperado, tan adulto, adolescente e infantil al mismo tiempo.
Quería que él no se preocupara porque la garganta le había quedado rasposa y el olor que dejó el cigarro en su entorno no le gustaba nada. No caería en el vicio, de eso estaba segura.
El encanto de los momentos secretos.
El encanto de algunos momentos solitarios.
Pensó que era importante quién los provocaba, quién los vivía y en quién se pensaba mientras tanto.
Muchos nohabituales, -lo prohibido, la madurez y la soledad-, fueron a verla gracias a él.
La habitación se transformó y ya no le hacía sentir atrapada, como en algunas ocasiones. Estaba más oscura que nunca, pero ella más libre que en mucho tiempo. Normalmente, cuando la habitación está a oscuras, ella ya está dentro de la cama, pero esta vez no, la oscuridad y ella cohabitaron, en una armonía absoluta, con una naturalidad nueva y desbordante.
Y ni siquiera había sido decisión de él, ni una petición, quizá simplemente uno de esos arranques que le provocaba, que le sorprendían también a ella misma. 
La mejor manera de librarse de esa pena dulzona, pegajosa y naif que arrastraba desde hacía siglos y que en este caso le había causado el hecho de guardar su caja de tabaco con los dos últimos cigarrillos, se le ocurrió que podía ser fumarse uno de ellos junto a él. Bueno, no junto a él, sino al mismo tiempo.
En realidad, no creía que podría librarse de lo que consideraba un lastre, porque estaba demasiado integrado en ella, pero la acción sí consiguió aliviarla y librarla de esa tristeza concreta.
¿Éste y otros impulsos desconocidos se habían despertado por la circunstancia de su aparición? Were they there to stay? ¿O sólo se manifestarían mientras estuviera él?

                     

4 comentarios:

  1. Jo que triste chica :(

    Si estuviese cerca, le daría un abrazo de oso :)

    Besazos enormes

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  2. El encanto de las primeras veces y la necesidad de soltar algunos lastres que nos imponemos sin necesidad.

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  3. DANI, ¿qué te resulta tan triste?

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  4. Ciertas experiencias se aprecian mucho mejor con la perspectiva del tiempo. Es bello dejar volar la mente...

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