martes, 20 de enero de 2009

La historia de la escuela voluntaria


“El nombre completo de la escuela voluntaria es: «Escuela-pensión voluntaria del bosque del profesor Wawa Weisenberg», y se encuentra en la proximidad de Chuzpe, cerca de Choralpe, al borde del bosque.

El profesor Wawa Weinsenberg la fundó hace cincuenta años. Antes fue profesor en un instituto estatal durante cincuenta años. Y antes estudió durante cincuenta años. Abandonó la enseñanza estatal porque su tío de ultramar le había dejado una herencia millonaria. Se jubiló y quiso escribir sus memorias. Para escribir memorias hay que recordar. Así que Wawa Weisenberg recordó todo lo que pudo y se sintió fatal. Cuanto más recordaba, peor se encontraba. Su infancia, su juventud, su época de estudiante, sus años de profesor: un siglo de sustos y tormentos, preocupaciones y penas, miedo y maldad. Y lo que peor le sentaba a Wawa Weisenberg al recordar era descubrir que durante toda su vida no sólo había sufrido esos espantos, sino que también se los había hecho padecer a cientos de niños como profesor.

Durante algún tiempo pensó en suicidarse. Pero entonces comprendió que con ello no ayudaría a nadie excepto a sí mismo y, armándose de valor, se dijo: «Lo que ha pasado no tiene remedio, pero se pueden extraer enseñanzas y debo transformarlas en hechos.»

Wawa Weisenburg sacó sus millones de la caja de caudales y mandó construir su escuela cerca de Choralpe por encima de Chuzpe. La escuela es un gran edificio en cuyo centro se encuentra el Templo de la Sabiduría. El «viejo Wawa», así le llaman sus alumnos, siempre se encuentra en el Templo de la Sabiduría. Cuando los niños quieren saber algo vienen y le preguntan. Como el viejo Wawa es una de las personas más inteligentes que existen, puede contestar a casi todas las preguntas. Cuando alguna vez no sabe una respuesta, como en temas sobre viajes espaciales, por ejemplo, llama por teléfono a un astronauta y éste viene y se lo explica al niño.

Los niños que de momento no tienen deseos de saber, permanecen en las salas que hay alrededor del centro o debajo de él. O, cuando el tiempo es bueno, al aire libre. Hacen lo que les apetece en ese momento: tiro al blanco, mirar la televisión, leer textos, hacer palomitas o buscar un tesoro. O trepan a los árboles y observan a los pájaros. O montan en bicicleta o en triciclo. O no hacen nada.

Los enemigos de la escuela del profesor Wawa Weisenberg dicen que allí los niños no aprenden nada porque no se les obliga y porque los niños siempre prefieren jugar a aprender. Pero eso no es cierto. En el Templo de la Sabiduría hay alrededor del viejo Wawa siempre por lo menos el mismo número de niños que en las otras dependencias. Uno quiere que le expliquen por qué pueden volar los pájaros y las personas no. Uno quiere saber por qué el maíz de las palomitas se infla tanto al tostarlo. Y uno quiere aprender rápidamente las 26 letras para leer las líneas escritas en los tebeos. Uno necesita instrucciones para reparar un triciclo, y unos cuantos niños no necesitan ningún motivo para querer saber. Les gusta aprender el mayor número de cosas. Tantas que el viejo Wawa ha tenido que pedir a tres señoritas que vayan a la escuela voluntaria. Porque él no podía con tanta pregunta. Un día no tiene las suficientes horas para contestar a todas las preguntas de los niños. Próximamente el viejo Wawa contratará a una cuarta señorita o a un hombre porque los niños, dice el viejo Wawa, quieren cuando no se les obliga. Y entonces no hay quien los pare y preguntan hasta la saciedad. Si las cosas siguen así, el viejo Wawa tendrá que racionar el deseo de saber. Entonces cada niño recibirá a la semana treinta papeletas de color rosa. Cada papeleta valdrá por una pregunta y una respuesta exhaustiva y en toda regla. Y cuando haya agotado las treinta papeletas tendrá que irse a jugar. El viejo Wawa dice que la vida tampoco es, al fin y al cabo, una diversión en la que un niño pueda estar aprendiendo todo el rato.”



Es por fragmentos como éste (y mejores) que ‘Hugo, el niño en sus mejores años’, de Christine Nöstlinger, es uno de mis libros favoritos.


Ilustración de Jörg Wollmann

1 comentario:

  1. Se me olvido, busque el libro por todas partes aqui pero nada de nada...

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