Análisis de La vida alrededor
Lagape
1.- Introducción
El regeneracionismo, en su modalidad de comedia costumbrista, encuentra en Fernando Fernán-Gómez, aunque sin una afiliación declarada, a uno de sus mejores representantes a finales de los 50 y principios de los 60, con películas como El malvado Carabel o Sólo para hombres. El célebre actor, “una de las figuras más fascinantes y contradictorias del período y de todo el cine español”[1], comienza su carrera como realizador de manera discreta, pero La vida por delante (1958) supone un cambio de rumbo destacable. Debido al éxito de la película, que cuenta las desventuras de una pareja –a la manera de Esa pareja feliz (Juan Antonio Bardem / Luis G. Berlanga, 1951)-, enfrentada a múltiples problemas, entre otros el de la búsqueda de un piso donde vivir, el autor propone una continuación, La vida alrededor, con la que forma un díptico y que he seleccionado para analizar en este trabajo.
Se trata de una crítica comedia, de carácter incisivo y subversivo, de vivo ritmo y construcción diferente a la del cine español de la época. Sin embargo, los aspectos de crónica social de La vida alrededor están suavizados por su humor, obtenido por medio de ironías, diálogos vivaces o sorpresas que recuerdan en cierta medida a las situaciones inverosímiles o el humorismo intelectual característicos de la obra de Jardiel Poncela, escritor y dramaturgo que además descubrió al Fernán-Gómez actor.
El regeneracionismo, en su modalidad de comedia costumbrista, encuentra en Fernando Fernán-Gómez, aunque sin una afiliación declarada, a uno de sus mejores representantes a finales de los 50 y principios de los 60, con películas como El malvado Carabel o Sólo para hombres. El célebre actor, “una de las figuras más fascinantes y contradictorias del período y de todo el cine español”[1], comienza su carrera como realizador de manera discreta, pero La vida por delante (1958) supone un cambio de rumbo destacable. Debido al éxito de la película, que cuenta las desventuras de una pareja –a la manera de Esa pareja feliz (Juan Antonio Bardem / Luis G. Berlanga, 1951)-, enfrentada a múltiples problemas, entre otros el de la búsqueda de un piso donde vivir, el autor propone una continuación, La vida alrededor, con la que forma un díptico y que he seleccionado para analizar en este trabajo.
Se trata de una crítica comedia, de carácter incisivo y subversivo, de vivo ritmo y construcción diferente a la del cine español de la época. Sin embargo, los aspectos de crónica social de La vida alrededor están suavizados por su humor, obtenido por medio de ironías, diálogos vivaces o sorpresas que recuerdan en cierta medida a las situaciones inverosímiles o el humorismo intelectual característicos de la obra de Jardiel Poncela, escritor y dramaturgo que además descubrió al Fernán-Gómez actor.
La película hace gala de una gran inventiva cinematográfica, desde los créditos del principio, impresos en los titulares de un periódico, hasta el montaje a ritmo de percusión en el que se nos priva del alegato de Antonio en el juicio final. En el campo visual, las intenciones críticas y estilísticamente innovadoras del realizador van aún más lejos de lo manifestado por los diálogos de sus personajes.
Sin embargo, el elemento intelectual, de corte crítico, que impregna el humor de La vida alrededor, permite que la narración no sea un simple reflejo de los traumas políticos o económicos sufridos por el país tras la Guerra Civil en medio de la dictadura, sino que además el espectador se sienta interpelado.
La lógica interna del relato es rota en múltiples ocasiones en las que el director se dirige directamente al espectador por medio de los personajes, que a veces completan la información mediante flashbacks y otras nos ofrecen versiones contradictorias de un mismo hecho, mediante las que tratan de convencernos de la suya propia. La narración es mixta, las interpelaciones alternan narraciones ulteriores y simultáneas, por lo que la focalización es variable, siempre en boca de narradores homodiegéticos: de la de Antonio (en su mayoría) a la de Josefina, su mujer, autodiegéticos, y una participación única de sus padres y los padres de aquel, como narradores no autodiegéticos.
Mirar a la cámara, al espectador, que los personajes dialoguen descaradamente con ella, recuerda a quien ve la película que se trata de una representación, le saca de cierta manera del filme, porque aunque la idea que transmite es: “les cuento algo que me ocurrió/está ocurriendo a mí o viví/estoy viviendo de cerca”, y además vemos cómo vivió ese hecho el personaje, éste no tarda en volver a asumir su función de narrador después de compartir su soliloquio.
Las dos primeras interpelaciones de los personajes a los espectadores funcionan como una presentación de Antonio. Un juez se dirige a la cámara pronunciando la primera frase de la película: “Son una amenaza pública”, para declarar la lastra social que suponen los raterillos, los ladrones de poca monta, de quienes cree que hay que desprenderse. Antonio mira a la audiencia también, pero en su caso para actuar de abogado defensor de uno de esos maleantes, dejando claro que para él no suponen tal amenaza, sino que son unos simples desgraciados víctimas de la sociedad y de una educación deficiente.
Tal declaración de principios se trastoca completamente cuando en la siguiente escena vemos a Antonio con Josefina paseando por la calle tras el juicio. Un niño mal vestido le roba el bolso a su esposa, así que Antonio corre en su recuperación para, después de alcanzarle, dejar a la luz lo que realmente piensa de él, a quien etiqueta a oídos de toda la gente que pasa por allí con los calificativos de ladrón, golfo, sinvergüenza, maleante, zángano, vago, amenaza pública o peligro para la sociedad, repitiendo las ideas que había manifestado el juez minutos antes. Desde este momento sabemos que el protagonista miente para ganarse la vida.
Descubriremos que el matrimonio, que debe mantener una postura de empatía con los saqueadores, a causa del trabajo de Antonio (que los defiende legalmente), siente el mismo miedo –significativa es la escena en la que Josefina ve por primera vez a “El Asunción” y grita horrorizada para sentirse inmediatamente después pletórica de alegría cuando se da cuenta de que va a suponer dinero para la familia- o rechazo social –Antonio, en el segundo juicio de “El Agujetas”, mientras está hipnotizado para decir la verdad, declara su posición tajantemente dura respecto a ellos- que el resto de la gente.
Las siguientes interpelaciones son del propio Antonio, que habla en el despacho de cómo recibió la noticia del nacimiento de su hijo y que en su habitación nos informa de los cambios en cuanto a la fecha del parto. Ambas intervenciones puramente informativas y anteriores al nacimiento del bebé.
A partir de la presencia de Tonini, el hijo de ambos, en la casa, las interpelaciones al público son más y más subjetivas. Josefina se incorpora a esta particular manifestación y tanto ella como su marido opinan de la evolución de su economía doméstica: cómo se comporta cada uno, por qué, etc. Buscan la complicidad de los espectadores.
Y antes de la última interpelación-despedida de Antonio al espectador, cinco intervenciones subjetivas de cinco personajes que nos ofrecen cinco visiones de Antonio, si no opuestas, casi contradictorias entre ellas, a la manera de Rashomon. El padre de Antonio le considera un exaltado, la madre de Josefina, prácticamente un gangster, el padre de Josefina un buen muchacho y la madre de Antonio un seductor. Josefina, por su parte, un pobre hombre y un mujeriego. Y repasamos, “a través de los ojos” de los cuatro narradores ocasionales (los padres y suegros de Antonio), diversos momentos de la vida del protagonista según ellos los recuerdan o quieren recordarlos para apoyar su descripción de él. Y “a través de los ojos” (o, en este caso, de la imaginación) de Josefina, una anticipación de lo que puede ser el juicio que está a punto de producirse. Todos los supuestos flashbacks ofrecen una caricaturización cómica del protagonista que poco tiene de verosímil.
Sólo la unión de todas ellas (e infinitas más) nos podrían dar la idea más aproximada posible de quién es Antonio, aunque, después del tiempo transcurrido de película, convendremos en que todas ellas exageran o mienten acerca del personaje. Esta reflexión de la realidad como algo multifacético, de lo que con dificultades se puede extraer la verdadera esencia, permite a Fernán-Gómez homenajear la recordada escena de la comisaría de La vida por delante.
Se establece, por otra parte, un paralelismo entre Antonio y una España que no tiene su identidad definida, destrozada por la guerra, sobre la que se opinan cosas muy diferentes, que busca ser moderna, parecerse a Europa –Antonio llama a su hijo Tonini y coincide con su mujer en el deseo de que sea francés-, pero al que siguen escapándosele ramalazos retrógrados: “Si no te pusieras esos vestidos…” le dice a su mujer Antonio cuando se da cuenta de que los hombres no le quitan los ojos de encima en la calle.
Y la última vez que alguien se dirige a la cámara es Antonio para ofrecernos la conclusión, resignada y pesimista, de la película: simplemente, “La vida”.
Sin embargo, el elemento intelectual, de corte crítico, que impregna el humor de La vida alrededor, permite que la narración no sea un simple reflejo de los traumas políticos o económicos sufridos por el país tras la Guerra Civil en medio de la dictadura, sino que además el espectador se sienta interpelado.
2.- Interpelar al espectador
La lógica interna del relato es rota en múltiples ocasiones en las que el director se dirige directamente al espectador por medio de los personajes, que a veces completan la información mediante flashbacks y otras nos ofrecen versiones contradictorias de un mismo hecho, mediante las que tratan de convencernos de la suya propia. La narración es mixta, las interpelaciones alternan narraciones ulteriores y simultáneas, por lo que la focalización es variable, siempre en boca de narradores homodiegéticos: de la de Antonio (en su mayoría) a la de Josefina, su mujer, autodiegéticos, y una participación única de sus padres y los padres de aquel, como narradores no autodiegéticos.
Mirar a la cámara, al espectador, que los personajes dialoguen descaradamente con ella, recuerda a quien ve la película que se trata de una representación, le saca de cierta manera del filme, porque aunque la idea que transmite es: “les cuento algo que me ocurrió/está ocurriendo a mí o viví/estoy viviendo de cerca”, y además vemos cómo vivió ese hecho el personaje, éste no tarda en volver a asumir su función de narrador después de compartir su soliloquio.
Las dos primeras interpelaciones de los personajes a los espectadores funcionan como una presentación de Antonio. Un juez se dirige a la cámara pronunciando la primera frase de la película: “Son una amenaza pública”, para declarar la lastra social que suponen los raterillos, los ladrones de poca monta, de quienes cree que hay que desprenderse. Antonio mira a la audiencia también, pero en su caso para actuar de abogado defensor de uno de esos maleantes, dejando claro que para él no suponen tal amenaza, sino que son unos simples desgraciados víctimas de la sociedad y de una educación deficiente.
Tal declaración de principios se trastoca completamente cuando en la siguiente escena vemos a Antonio con Josefina paseando por la calle tras el juicio. Un niño mal vestido le roba el bolso a su esposa, así que Antonio corre en su recuperación para, después de alcanzarle, dejar a la luz lo que realmente piensa de él, a quien etiqueta a oídos de toda la gente que pasa por allí con los calificativos de ladrón, golfo, sinvergüenza, maleante, zángano, vago, amenaza pública o peligro para la sociedad, repitiendo las ideas que había manifestado el juez minutos antes. Desde este momento sabemos que el protagonista miente para ganarse la vida.
Descubriremos que el matrimonio, que debe mantener una postura de empatía con los saqueadores, a causa del trabajo de Antonio (que los defiende legalmente), siente el mismo miedo –significativa es la escena en la que Josefina ve por primera vez a “El Asunción” y grita horrorizada para sentirse inmediatamente después pletórica de alegría cuando se da cuenta de que va a suponer dinero para la familia- o rechazo social –Antonio, en el segundo juicio de “El Agujetas”, mientras está hipnotizado para decir la verdad, declara su posición tajantemente dura respecto a ellos- que el resto de la gente.
Las siguientes interpelaciones son del propio Antonio, que habla en el despacho de cómo recibió la noticia del nacimiento de su hijo y que en su habitación nos informa de los cambios en cuanto a la fecha del parto. Ambas intervenciones puramente informativas y anteriores al nacimiento del bebé.
A partir de la presencia de Tonini, el hijo de ambos, en la casa, las interpelaciones al público son más y más subjetivas. Josefina se incorpora a esta particular manifestación y tanto ella como su marido opinan de la evolución de su economía doméstica: cómo se comporta cada uno, por qué, etc. Buscan la complicidad de los espectadores.
Y antes de la última interpelación-despedida de Antonio al espectador, cinco intervenciones subjetivas de cinco personajes que nos ofrecen cinco visiones de Antonio, si no opuestas, casi contradictorias entre ellas, a la manera de Rashomon. El padre de Antonio le considera un exaltado, la madre de Josefina, prácticamente un gangster, el padre de Josefina un buen muchacho y la madre de Antonio un seductor. Josefina, por su parte, un pobre hombre y un mujeriego. Y repasamos, “a través de los ojos” de los cuatro narradores ocasionales (los padres y suegros de Antonio), diversos momentos de la vida del protagonista según ellos los recuerdan o quieren recordarlos para apoyar su descripción de él. Y “a través de los ojos” (o, en este caso, de la imaginación) de Josefina, una anticipación de lo que puede ser el juicio que está a punto de producirse. Todos los supuestos flashbacks ofrecen una caricaturización cómica del protagonista que poco tiene de verosímil.
Sólo la unión de todas ellas (e infinitas más) nos podrían dar la idea más aproximada posible de quién es Antonio, aunque, después del tiempo transcurrido de película, convendremos en que todas ellas exageran o mienten acerca del personaje. Esta reflexión de la realidad como algo multifacético, de lo que con dificultades se puede extraer la verdadera esencia, permite a Fernán-Gómez homenajear la recordada escena de la comisaría de La vida por delante.
Se establece, por otra parte, un paralelismo entre Antonio y una España que no tiene su identidad definida, destrozada por la guerra, sobre la que se opinan cosas muy diferentes, que busca ser moderna, parecerse a Europa –Antonio llama a su hijo Tonini y coincide con su mujer en el deseo de que sea francés-, pero al que siguen escapándosele ramalazos retrógrados: “Si no te pusieras esos vestidos…” le dice a su mujer Antonio cuando se da cuenta de que los hombres no le quitan los ojos de encima en la calle.
Y la última vez que alguien se dirige a la cámara es Antonio para ofrecernos la conclusión, resignada y pesimista, de la película: simplemente, “La vida”.
3.- Pesimismo Realista
La película ofrece una visión nada complaciente de la España predesarrollista desde la óptica de la clase media burguesa, que busca desesperadamente en un primer momento subsistir, posteriormente mejorar y finalmente asegurar avances para la siguiente generación, pero que se ve abocada al fracaso.
La vida alrededor lanza una mirada desesperanzada, o más bien coherente -con el desarrollo de los hechos-, al futuro. El pesimismo y desencanto de la cinta están encarnados sobre todo en el personaje de Antonio, convencido del triste futuro que le espera tanto a él como a su familia. Cuando su hijo Tonini aprende a andar primero hacia atrás, lo interpreta como una repetición de su propia condición de perdedor, además pronuncia en público un discurso referente al triste futuro que les espera a ellos y a sus hijos. Y cuando se ve condenado a decir “La Verdad, sólo la Verdad, y nada más que la Verdad” por efecto de la hipnosis de Josefina, le dice a su hijo que aún no es tan pobre, feo y alto como él porque es pequeño, pero que lo será en el futuro.
Josefina es más idealista, sobre todo en lo que concierne al niño. Está convencida de que prosperará, gracias a la educación que ella se ocupa de procurarle, con resultados tan positivos –y cómicos a ojos del espectador- que la animan a formalizar las clases de cultura previa de la infancia. Sin embargo, al final del relato se cumple la predicción de Antonio y en cierto modo “triunfa” su postura pesimista, puesto que es su visión negativa la que finalmente se impone. Antonio pronuncia la última frase de la película con un gesto de resignación, y parece querer decirle al espectador: “Si ya lo decía yo…” La Verdad que Antonio pronuncia sin reparo en el juicio final le acarrea un fracaso estrepitoso a su personaje pero un triunfo a la anticipación negativa que representa. Él, que en una escena ya le había anunciado a Josefina lo poco rentable que sería verse involucrado en un juicio como parte implicada, se ve abocado a nada menos que catorce demandas interpuestas contra él por difamación y calumnia.
Está claro que si la pareja decide tener una niña (como parece que ha decidido finalmente), va a tener que pensarse mucho mandar a Tonini a la universidad. Todo parece apuntar que el futuro de su hijo (o hijos) va a estar protagonizado también por los apuros económicos que no dejan de sufrir sus padres. Fernán-Gómez lo transmite mediante dos planos generales del niño observando a sus padres desayunar y otros dos planos detalle semisubjetivos de las manos de sus padres mientras desayunan. Tonini, que ya ha demostrado su capacidad de asimilación, no pierde detalle de los hábitos de sus padres y es fácil deducir que repetirá las conductas que está aprendiendo antes de los 5 años, edad a partir la cual, según su madre, ya se atrofia la capacidad de conocimiento.
La canción interpretada durante los créditos por Los tres de Castilla, La vida alrededor, resume el espíritu desesperanzado de la película. El futuro de la España trabajadora no será mejor que el presente, sino que las cosas seguirán igual, al menos en un futuro inmediato (el día de mañana). Nadie va a prosperar por el momento: ni “El Agujetas” ni su propia familia. Sus hijos no serán más afortunados económicamente como a Josefina y a él les gustaría. Ese “día de mañana” del que habla la canción y al que Antonio se refiere, debe esperar, al menos por el momento.
LA VIDA ALREDEDOR
El día de mañana / Tendrá también su noche / Sus menos y sus más
El día de mañana / En todos los relojes / Tendrá el mismo tictac
Mira, amor / La vida alrededor
La vida es breve pero lenta / La vida es dura pero frágil
La vida es corta pero ancha / La vida es una
El día de mañana / Tendrá también sus pobres / Sus ricos y sus más
El día de mañana / Tendrá también quien llore / Y cante este cantar
La letra de la canción anuncia desde el principio el tono que va a marcar la película e incluso el único final que pueden tener los hechos que se vayan a desarrollar. La canción no sólo aparece al comienzo, sino que es entonada más veces por Rafaela Aparicio, en su papel de Cotilde, la criada, en otros tres momentos del metraje en los que la pareja se encuentra a solas en su habitación.
La primera vez que Cotilde canta La vida alrededor, Josefina está embarazada del niño y manifiesta su resolución de enseñarle antes de que nazca y así las ideas se le queden en el subconsciente para cuando crezca. Antonio planea buscar más trabajos. Aquí sabemos que Josefina cree que el niño puede prosperar y se ve que Antonio también lo desea. Josefina expresa su preferencia por Francia como lugar en el que su hijo crezca con más facilidades.
En el minuto 43, el personaje de Rafaela Aparicio vuelve a entonar la misma melodía. Mientras, se ve a Josefina y Antonio cansados a causa de su nueva vida: los dos trabajan en casa rodeados de obreros y una criada que no paran de hacer ruido. Josefina manifiesta sus ganas de tener una niña, mientras que Antonio quiere también pero se muestra reacio por los gastos.
La tercera vez se produce en el minuto 58 y se escucha mientras Antonio está agobiado porque al día siguiente es el pleito y no puede concentrarse. Ella le hipnotiza para relajarle.
Es significativo que cada vez que se escucha la pegadiza melodía de Los tres de Castilla en la voz de Aparicio, Antonio va asimilando más y más su triste destino. Siempre de noche, siempre acompañado de su mujer y cada vez más seguro del negro porvenir que les espera. La tonada funciona como la conciencia del protagonista, que refleja cómo la vida choca con las esperanzas y expectativas irrealizables que en un principio se planteó.
Hay una vez más en la que se escucha la melodía, pero ya sin voz que la entone: en la última secuencia, cuando la familia conoce las denuncias con las que van a tener que convivir a continuación. Los “consejos” de la canción se confirman como certeros.
4.- Crítica de la ley
Además, la película nos habla de un país, de una sociedad, legalmente injustos. Una sociedad en la que “los antecedentes de un hombre pesan” –como dice Antonio en el juicio final- y pueden arruinar a un ladrón que ya se ha reformado. Una sociedad que no soporta la verdad.
Durante su hipnosis, Antonio acude al juicio en el que debe defender a un ladrón diciendo solamente “La Verdad, Toda la Verdad, y nada más que La Verdad” para horror de cuantos le rodean, que irónicamente (y con razón) lo dan casi por perdido. De hecho, esta imposibilidad acarrea multitud de consecuencias negativas y complicaciones para todo su entorno: “el Agujetas” y él pierden el juicio, su familia se ve privada de una importante cantidad de dinero, sus pagos pendientes se han retrasar como consecuencia, los empresarios capitalistas implicados en los negocios sucios que Antonio revela ven peligrar sus seguridad, Antonio debe enfrentarse a varias demandas por injuria, etc.
En el momento en el que sale de su hipnosis y se ve capacitado para mentir de nuevo, lo primero que hace es recurrir a las leyes. Fernán-Gómez parece querer expresar aquí que la función real de la legislación es amparar prácticas irregulares o abusivas. Los rateros de poca monta para los que trabaja (aunque ya sabemos lo que opina realmente Antonio del robo) son una representación, a pequeña escala, de los ladrones que verdaderamente dañan: los “peces gordos” de las grandes empresas.
La necesidad económica y sobre todo la estupefacción y el rechazo que está produciendo en su audiencia (el público del juicio, su familia, sus colegas de profesión) parecen ser los verdaderos responsables de que vuelva en sí –deja de decir “verdades” al ver llorar a Josefina- y comience a recitar un discurso que realmente acepten los que allí se encuentran. El director opta para ello por un montaje acompasado con el sonido de instrumentos de percusión, que nos priva de las palabras del Antonio que ha recuperado la consciencia. Son palabras que ya conocemos o nos podemos imaginar, así que no es necesario escucharlas.
Es reseñable la escena en la que Antonio y los sobrinos de “El Agujetas” discuten el modo de atracar una casa de forma que la pena que se les imponga resulte la menor posible. Aunque gracias a la película conozcamos lo difícil y peligrosa que es la vida de los rateros, Fernán-Gómez no es compasivo: hace un alegato de la vida honrada, del trabajo como único medio lícito (aunque inútil) para prosperar, criticando a su vez la blandura de unas leyes que permiten que muchos maleantes se libren del castigo que justamente les correspondería.
5.- Conclusión
La vida alrededor, película comprometida con el Realismo y pegada a los problemas cotidianos del ciudadano medio es, sin embargo, gracias a Fernán-Gómez, una vuelta de tuerca de la realidad, con la que obtiene un plus crítico y expresivo.
BIBLIOGRAFÍA
- AUMONT, J. y MARIE M.: Análisis del film. Paidós Comunicación, Barcelona, 1999
- HEREDERO, Carlos F., y MONTERDE, José Enrique: Los “Nuevos cines” en España. Ilusiones y desencantos de los años sesenta. Institut Valencia de Cinematografía, Valencia, 2003
- PÉREZ PERUCHA, Julio: Antología crítica del cine español 1906-1995. Cátedra/Filmoteca Española, Madrid, 1997
- Apuntes de la asignatura El viaje a ninguna parte: de Salamanca a Sitges (1955-1969)
- Apuntes de la asignatura Historia del cine
- http://www.guzmanurrero.es/index.php?option=com_content&task=view&id=35&Itemid=37
[1] HEREDERO, Carlos F., y MONTERDE, José: Los “Nuevos cines” en España. Ilusiones y desencantos de los años sesenta. Institut Valencia de Cinematografía, Valencia, 2003
No tiene nada que ver, pero es que me he coprado el libro de la biografia de Alfredo Landa y tambine el pack de dvds de las pelis de Paco Martinez Soria. jjjjjjjj.
ResponderEliminarAún tengo que verla, y tantas otras de él como actor y director
ResponderEliminarAy esta Candela, tu si que sabes, que aprendan los paisanos de Frank Mc Court y Richard Harris sobre esos dos grandes personajes de nuestro cine.
ResponderEliminarMuy buen trabajo sobre la peli por parte de nuestra anfitriona. Si es que Fernán Gómez siempre tuvo muy claro lo que era la vida y eso lo plasmó a través de su filmografía. En este sentido, recomiendo "La silla de Fernando", para saber un poco más sobre el Fernán Gómez fuera de los platós